Dedicado a todas esas mujeres nazarenas
que fueron como la protagonista de este relato
Delante del espejo, como siempre, Rosario se peina a modo de recogido su crespo pelo negro. Cualquiera diría que la niña Rosario no presumía delante del espejo de sus veintiocho años, lozana y locuaz como ninguna, sino más bien seria y nostálgica intenta hallar con sus dedos aquella piel suave que el tiempo ha ido arrebatándole. El hallazgo resultaba imposible. Sus manos se habían vuelto robustas y ásperas como ramas secas que querían dar sombra a una piel castigada, erial seco por los años.
Mañana del 3 de febrero de 1954 (Dos Hermanas en blanco y negro) A pesar de todo, Rosario, la niña Rosario, se siente la flor de su familia. Ella era la única entre cinco hermanos varones, nacida en un hogar humilde, honrado y trabajador en el que todos admiran su jovialidad, su gracia, su amabilidad pero, sobre todo, su hermosura. Era la Rosarillo, la guapa. No había mozo que se resistiera a lanzarle un requiebro. Pero Rosarillo, últimamente, cree no tener vida. El trabajo de aceitunera le está consumiendo tanto que la humedad del almacén está afectando a sus pulmones y con el terrible frío de este invierno piensa que pronto enfermará. Aunque Matilde, su madre, le recuerda siempre la lata de cisco para calentarse sus delgadas piernas cuando trabaje sentada, Rosarillo, se ha levantado en esta fría mañana de febrero envuelta en pesadumbre. Existe ausencia, en todo ausente. Antes de marchar, y sin desayunar, nunca olvida bajo su abrigo el delantal donde guarda una pequeña estampa de la Virgen de Valme, protectora de tantos y en aquella mañana, más si cabe cuando al santiguarse, ruega: "Virgencita de Valme, Dios te salve. Cuida a mi familia y de mí, ampárate". Parece llenarle el corazón, de darle lumbre, calor. Mira la estampita y parece sonreírle su Virgencita de Valme y al abrir la puerta, el milagro: un paisaje blanco y una lágrima, una emoción contenida. Me lo cuentan algunos y no me lo creo pero con la esponjosa nieve en sus afligidas manos, nació la ilusión de la niña que fue, la niña Rosario.