ROMERÍA DE VALME

La Virgen en su carreta hacia la Ermita de Cuarto en Bellavista

ROMERÍA DE VALME

Cortejo de carretas acompañando a la Protectora de Dos Hermanas

ROMERÍA DE VALME

Estampa de la Romería de Valme de 1959

ROMERÍA DE VALME

Francisco Jiménez ultima con nardos la Carreta de la Virgen

ROMERÍA DE VALME

Francisco J. Sánchez exornando su carreta

miércoles, 28 de enero de 2009

Entrevista en Radio Blogueros (PUNTO RADIO)





Agradezco a Fernando, Ali y Teresa (La Radio de los Blogueros de Punto Radio -93.00 fm-) la oportunidad de dar a conocer mi blog y de entrevistarme el pasado viernes, 16 de enero. Nunca pensé que tuviera cierto agrado mi blog. De nuevo, muchas gracias blogueros y lectores, vosotros hacéis realidad Retazos que nos quedan.


miércoles, 21 de enero de 2009

Alfonso XIII y Sevilla

Esta semana celebramos el regreso de los restos mortales de nuestro rey Alfonso XIII al Monasterio de El Escorial. La llegada desde Roma se produjo en la mañana del 19 de enero de 1980, es decir, hace veintinueve años. A pesar de las accidentadas circunstancias políticas de principios del siglo XX, Sevilla siempre le tendrá en su recuerdo desde que la ciudad hispalense se convirtió en destino frecuente del monarca para disfrutar de sus ciudadanos, de sus fiestas y, sobre todo, de su avance como ciudad con la Exposición Iberoamericana del 29, que él mismo apoyó. No menos fue la Dos Hermanas de 1904, que como ciudad de paso en su viaje por Andalucía en ferrocarril, se engalanó para el efímero evento; levantándose arcos florales y guirnaldas adornados con ramas de olivo y aceitunas. Y es que hay nazarenos que comentan el aprecio que tenían sus antepasados por un Rey solícito y festivo. Hoy el hotel Alfonso XIII se erige como el vivo recuerdo de un Borbón que estrechó más los lazos con Sevilla y sus pueblos. A continuación, una serie de fotos que permanecerán en la memoria...


Postal de época del recién matrimonio de don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia

Una tribuna festeja la llegada del tren real

Arco levantado en honor a S.M. Alfonso XIII a su paso por Dos Hermanas. El texto fue realizado con aceitunas gordales y naranjas

Tribuna en la Plaza San Francisco desde donde presenciarán el Rey y los infantes el paso de las procesiones sevillanas del Jueves Santo de 1906

Paso de la Hermandad de la Exaltación ante la tribuna regia

El monarca asiste a la Feria de 1929

Aníbal González y Alfonso XIII supervisan las obras de construcción de la Plaza de España


(Fuentes gráficas: Biblioteca Nacional de España y Dos Hermanas en blanco y negro)

domingo, 11 de enero de 2009

En una fría mañana de 1954...

Dedicado a todas esas mujeres nazarenas
que fueron como la protagonista de este relato

Delante del espejo, como siempre, Rosario se peina a modo de recogido su crespo pelo negro. Cualquiera diría que la niña Rosario no presumía delante del espejo de sus veintiocho años, lozana y locuaz como ninguna, sino más bien seria y nostálgica intenta hallar con sus dedos aquella piel suave que el tiempo ha ido arrebatándole. El hallazgo resultaba imposible. Sus manos se habían vuelto robustas y ásperas como ramas secas que querían dar sombra a una piel castigada, erial seco por los años.

Mañana del 3 de febrero de 1954 (Dos Hermanas en blanco y negro)

A pesar de todo, Rosario, la niña Rosario, se siente la flor de su familia. Ella era la única entre cinco hermanos varones, nacida en un hogar humilde, honrado y trabajador en el que todos admiran su jovialidad, su gracia, su amabilidad pero, sobre todo, su hermosura. Era la Rosarillo, la guapa. No había mozo que se resistiera a lanzarle un requiebro. Pero Rosarillo, últimamente, cree no tener vida. El trabajo de aceitunera le está consumiendo tanto que la humedad del almacén está afectando a sus pulmones y con el terrible frío de este invierno piensa que pronto enfermará. Aunque Matilde, su madre, le recuerda siempre la lata de cisco para calentarse sus delgadas piernas cuando trabaje sentada, Rosarillo, se ha levantado en esta fría mañana de febrero envuelta en pesadumbre. Existe ausencia, en todo ausente. Antes de marchar, y sin desayunar, nunca olvida bajo su abrigo el delantal donde guarda una pequeña estampa de la Virgen de Valme, protectora de tantos y en aquella mañana, más si cabe cuando al santiguarse, ruega: "Virgencita de Valme, Dios te salve. Cuida a mi familia y de mí, ampárate". Parece llenarle el corazón, de darle lumbre, calor. Mira la estampita y parece sonreírle su Virgencita de Valme y al abrir la puerta, el milagro: un paisaje blanco y una lágrima, una emoción contenida. Me lo cuentan algunos y no me lo creo pero con la esponjosa nieve en sus afligidas manos, nació la ilusión de la niña que fue, la niña Rosario.