Este es el mes del amor por excelencia o, al menos, eso nos recuerda la publicidad. Lejos de las imposiciones comerciales, hay otro amor: aquel que traspasa las fronteras temporales desde el ayer al hoy, y no se instala en una época concreta, es decir, existen además de febreros edulcorados muchos eneros, marzos, abriles, mayos y hasta diciembres fríos y eternos, en torno siempre a una llama de amor viva.
Una épica infinita de sentimientos que la encontramos en Doctor Zhivago donde la bella Lara es el espíritu inspirador de Yuri, la fuerza de la naturaleza, del amor en el paisaje que persiste a pesar del paso del tiempo, el suyo, el de la revolución bolchevique. Hay, pues, un canto amoroso triste y esperanzador. Las miradas de Lara son la melodía de la balalaika, la lira perdida de un Orfeo melancólico que se bate entre el amor adúltero y el deseado, ambiente ejemplificado en las escenas finales, en la casa helada, cuando Yuri se decide a escribir su poema "Lara" entre aullidos de lobos, las tenues luces y los sollozos de la amada que abrazan su tormento y su pasión.