ROMERÍA DE VALME

La Virgen en su carreta hacia la Ermita de Cuarto en Bellavista

ROMERÍA DE VALME

Cortejo de carretas acompañando a la Protectora de Dos Hermanas

ROMERÍA DE VALME

Estampa de la Romería de Valme de 1959

ROMERÍA DE VALME

Francisco Jiménez ultima con nardos la Carreta de la Virgen

ROMERÍA DE VALME

Francisco J. Sánchez exornando su carreta

martes, 17 de febrero de 2009

Carte Postale



"Paloma vuela bolando de jarmin en mosqueta, aga el favor de llevarle esta tageta ala mujer que llomas quiero y site dise de quien no allas de contestar dile delonbre que tequiere contodo sucorazón. mucha felisidad para uste y su selbido.
Esta telamanda El que te quiere y te adora que yaves

José Dominguez Peña"


Estas fueron las humildes palabras que mi abuelo escribió a su, por entonces, pretendida Encarna, la que luego sería mi abuela. Para que su entrega fuera una sorpresa, mi abuelo quiso que Paloma, una vecina, fuese la intermediadora. La tarjeta es de las que existían por los años 30 del siglo XX de una ciudada estética francesa, muy apreciada por aquella época. Destaca el colorido, el uso de materiales delicados -aunque no se aprecia, se ha usado gasa-, la textura granulada y el filo recortado con figuras. Lo llamativo de esta postal es que fue escrita otro día al de San Valentín. Aunque quede pretencioso decirlo, mi abuelo era muy detallista).



Frontal de la postal de enamorados

lunes, 9 de febrero de 2009

Lejos de mí

-¿Vendrás pronto? Me horroriza esperar tanto tiempo.

-Sí, ya sabes que cada vez que puedo, y me dejan, siempre me acerco.

-Es verdad...es que me siento tan solo que no puedo recordar tus últimas palabras cada vez que te despides de mí.

-¿No puedes recordarlas?

-Bueno...más bien...no quiero...ya sabes...es el dolor de la imposibilidad...nos separan razones suficientes para no estar juntos...ya lo ves...es eso... es...

-No llores, no llores más.

-No puedo.

-Tranquilízate, amor mío.

-A veces...me pregunto...¿por qué hay siempre en nosotros un mal recuerdo que recela de los buenos, amenazándolos y acobardándolos?...hay un poseso en la memoria...un león dormido que cuando despierta es capaz de devorar hasta sus crías...es el asesino perfecto...está ahí preparado para que cada vez sientas el filo mortífero del remordimiento...nubla la razón...seca la garganta...empaña los ojos...todo está lejos de mí...hace que un eco pesado te estruje y te parta en dos...¿hay algo peor para un hombre que hasta su sombra esté maldita?

-No te aflijas tanto. Lo hecho, hecho está.

-Me arrepiento...y fíjate quien te lo dice...

-Tu padre dice que le recuerdas demasiado.

-Es verdad...tanto que pensar que Esperanza no estará a mi lado por mi culpa...que...que me hace miserable...soy un hombre de arena...me desmorono...

-Juan, hijo mío.

-Madre...siento que en mi interior retumba un trueno fatal...

-Sé que tu dolor es profundo, Juan, pero la mataste.

-¿De deseo o de amor?

-Demasiado has volcado como para...

-¿Para qué madre? ¿Para qué?

-¡Para no tenerte! Si bien duermes solo en la celda de tu condena, yo lo hago en el desasosiego eterno de tu mortificación. He perdido algo de mí.

-No sufras, madre.

- ...ya...

-¿En qué piensas?

-En la vida.

-¿Volverás entonces?

-Siempre, hijo, siempre.

domingo, 8 de febrero de 2009

Febrero, súbitamente y para siempre


A María Jesús, quien da sentido a esta entrada


Bajo este título de entrada, cualquiera se preguntará qué diantres he querido decir. Pues bien, hace unos días concluí el bellísimo ensayo (más bien es una suma de pequeños ensayos) de don José Ortega y Gasset titulado Estudios sobre el amor (Alianza Editorial). En él, obviamente, se hace un excelente análisis del sentimiento humano del amor que me ha aleccionado sobre cómo afrontar la entrega y la dedicación a mis seres queridos. Tras la admiración y mis reflexiones, vi en el almanaque que estaba cercano febrero, el mes del amor por excelencia en nuestra sociedad y he querido traer a colación varias líneas interesantes para reflexionar sobre cómo el amor verdadero, a partir del enamoramiento, nace de súbito para permanecer eternamente en nosotros. Por eso lo de "súbitamente y para siempre", que, por cierto, es un epígrafe en la obra de Ortega que me gustó lo suficiente como para encabezar esta entrada. Lo de "Febrero", bah, sé que queda insulso cuando, según Ortega, en el verdadero amor hay perpetuidad y no esas esloganes publicitarios que nos recuerdan que hemos de querernos. Ñoñerias, nada más. Sin querer parafrasear a nuestro filósofo, dejo estas hermosas líneas:

"Un amor pleno, que haya nacido en la raíz de la persona, no puede verosímilmente morir. Va inserto por siempre en alma sensible. Las circunstancias -por ejemplo, la lejanía- podrán impedir su necesaria nutrición, y entonces ese amor perderá volumen, se convertirá en un hilillo sentimental, breve vena de emoción que seguirá manando en el subsuelo de la conciencia. Pero no morirá: su calidad sentimental perdura intacta. En ese fondo radical, la persona que amó se sigue sintiendo absolutamente adscrita a la amada. El azar podrá llevarla de aquí para allá en el espacio físico y en el social. No importa: ella seguirá estando junto a quien ama. Este es el síntoma supremo del verdadero amor: estar al lado de lo amado, en un contacto y proximidad más profundos que los espaciales. Es un estar vitalmente con el otro. La palabra más exacta, pero demasiado técnica, sería: un estar ontológicamente con el amado, fiel al destino de éste, sea el que sea" (pág. 31).

A partir de este texto y de la lectura de la mencionada obra, he querido dejar cuatro relatos (uno por semana de este mes) que intenten describir el amor en situaciones reales, cercanas, es decir, del amor poliédrico que menciona Ortega, cuando "hablamos de amor a una mujer, pero también de amor de Dios, amor a la patria, amor al arte, amor maternal, amor filial, etc." (pág. 38).

miércoles, 28 de enero de 2009

Entrevista en Radio Blogueros (PUNTO RADIO)





Agradezco a Fernando, Ali y Teresa (La Radio de los Blogueros de Punto Radio -93.00 fm-) la oportunidad de dar a conocer mi blog y de entrevistarme el pasado viernes, 16 de enero. Nunca pensé que tuviera cierto agrado mi blog. De nuevo, muchas gracias blogueros y lectores, vosotros hacéis realidad Retazos que nos quedan.


miércoles, 21 de enero de 2009

Alfonso XIII y Sevilla

Esta semana celebramos el regreso de los restos mortales de nuestro rey Alfonso XIII al Monasterio de El Escorial. La llegada desde Roma se produjo en la mañana del 19 de enero de 1980, es decir, hace veintinueve años. A pesar de las accidentadas circunstancias políticas de principios del siglo XX, Sevilla siempre le tendrá en su recuerdo desde que la ciudad hispalense se convirtió en destino frecuente del monarca para disfrutar de sus ciudadanos, de sus fiestas y, sobre todo, de su avance como ciudad con la Exposición Iberoamericana del 29, que él mismo apoyó. No menos fue la Dos Hermanas de 1904, que como ciudad de paso en su viaje por Andalucía en ferrocarril, se engalanó para el efímero evento; levantándose arcos florales y guirnaldas adornados con ramas de olivo y aceitunas. Y es que hay nazarenos que comentan el aprecio que tenían sus antepasados por un Rey solícito y festivo. Hoy el hotel Alfonso XIII se erige como el vivo recuerdo de un Borbón que estrechó más los lazos con Sevilla y sus pueblos. A continuación, una serie de fotos que permanecerán en la memoria...


Postal de época del recién matrimonio de don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia

Una tribuna festeja la llegada del tren real

Arco levantado en honor a S.M. Alfonso XIII a su paso por Dos Hermanas. El texto fue realizado con aceitunas gordales y naranjas

Tribuna en la Plaza San Francisco desde donde presenciarán el Rey y los infantes el paso de las procesiones sevillanas del Jueves Santo de 1906

Paso de la Hermandad de la Exaltación ante la tribuna regia

El monarca asiste a la Feria de 1929

Aníbal González y Alfonso XIII supervisan las obras de construcción de la Plaza de España


(Fuentes gráficas: Biblioteca Nacional de España y Dos Hermanas en blanco y negro)

domingo, 11 de enero de 2009

En una fría mañana de 1954...

Dedicado a todas esas mujeres nazarenas
que fueron como la protagonista de este relato

Delante del espejo, como siempre, Rosario se peina a modo de recogido su crespo pelo negro. Cualquiera diría que la niña Rosario no presumía delante del espejo de sus veintiocho años, lozana y locuaz como ninguna, sino más bien seria y nostálgica intenta hallar con sus dedos aquella piel suave que el tiempo ha ido arrebatándole. El hallazgo resultaba imposible. Sus manos se habían vuelto robustas y ásperas como ramas secas que querían dar sombra a una piel castigada, erial seco por los años.

Mañana del 3 de febrero de 1954 (Dos Hermanas en blanco y negro)

A pesar de todo, Rosario, la niña Rosario, se siente la flor de su familia. Ella era la única entre cinco hermanos varones, nacida en un hogar humilde, honrado y trabajador en el que todos admiran su jovialidad, su gracia, su amabilidad pero, sobre todo, su hermosura. Era la Rosarillo, la guapa. No había mozo que se resistiera a lanzarle un requiebro. Pero Rosarillo, últimamente, cree no tener vida. El trabajo de aceitunera le está consumiendo tanto que la humedad del almacén está afectando a sus pulmones y con el terrible frío de este invierno piensa que pronto enfermará. Aunque Matilde, su madre, le recuerda siempre la lata de cisco para calentarse sus delgadas piernas cuando trabaje sentada, Rosarillo, se ha levantado en esta fría mañana de febrero envuelta en pesadumbre. Existe ausencia, en todo ausente. Antes de marchar, y sin desayunar, nunca olvida bajo su abrigo el delantal donde guarda una pequeña estampa de la Virgen de Valme, protectora de tantos y en aquella mañana, más si cabe cuando al santiguarse, ruega: "Virgencita de Valme, Dios te salve. Cuida a mi familia y de mí, ampárate". Parece llenarle el corazón, de darle lumbre, calor. Mira la estampita y parece sonreírle su Virgencita de Valme y al abrir la puerta, el milagro: un paisaje blanco y una lágrima, una emoción contenida. Me lo cuentan algunos y no me lo creo pero con la esponjosa nieve en sus afligidas manos, nació la ilusión de la niña que fue, la niña Rosario.