A María Jesús, quien da sentido a esta entrada
Bajo este título de entrada, cualquiera se preguntará qué diantres he querido decir. Pues bien, hace unos días concluí el bellísimo ensayo (más bien es una suma de pequeños ensayos) de don José Ortega y Gasset titulado Estudios sobre el amor (Alianza Editorial). En él, obviamente, se hace un excelente análisis del sentimiento humano del amor que me ha aleccionado sobre cómo afrontar la entrega y la dedicación a mis seres queridos. Tras la admiración y mis reflexiones, vi en el almanaque que estaba cercano febrero, el mes del amor por excelencia en nuestra sociedad y he querido traer a colación varias líneas interesantes para reflexionar sobre cómo el amor verdadero, a partir del enamoramiento, nace de súbito para permanecer eternamente en nosotros. Por eso lo de "súbitamente y para siempre", que, por cierto, es un epígrafe en la obra de Ortega que me gustó lo suficiente como para encabezar esta entrada. Lo de "Febrero", bah, sé que queda insulso cuando, según Ortega, en el verdadero amor hay perpetuidad y no esas esloganes publicitarios que nos recuerdan que hemos de querernos. Ñoñerias, nada más. Sin querer parafrasear a nuestro filósofo, dejo estas hermosas líneas:
"Un amor pleno, que haya nacido en la raíz de la persona, no puede verosímilmente morir. Va inserto por siempre en alma sensible. Las circunstancias -por ejemplo, la lejanía- podrán impedir su necesaria nutrición, y entonces ese amor perderá volumen, se convertirá en un hilillo sentimental, breve vena de emoción que seguirá manando en el subsuelo de la conciencia. Pero no morirá: su calidad sentimental perdura intacta. En ese fondo radical, la persona que amó se sigue sintiendo absolutamente adscrita a la amada. El azar podrá llevarla de aquí para allá en el espacio físico y en el social. No importa: ella seguirá estando junto a quien ama. Este es el síntoma supremo del verdadero amor: estar al lado de lo amado, en un contacto y proximidad más profundos que los espaciales. Es un estar vitalmente con el otro. La palabra más exacta, pero demasiado técnica, sería: un estar ontológicamente con el amado, fiel al destino de éste, sea el que sea" (pág. 31).
A partir de este texto y de la lectura de la mencionada obra, he querido dejar cuatro relatos (uno por semana de este mes) que intenten describir el amor en situaciones reales, cercanas, es decir, del amor poliédrico que menciona Ortega, cuando "hablamos de amor a una mujer, pero también de amor de Dios, amor a la patria, amor al arte, amor maternal, amor filial, etc." (pág. 38).