Hay sabores que nunca se olvidan. Si tuviera que dar un aroma culinario para esta época del año sería el aroma del hirviente puchero que mi madre realiza con mimo. El puchero, sí señor, la receta más mágica y ancestral para un espíritu frío. La dedicación de mi madre es tan primorosa que su secreto queda guardado en una vieja cacerola o mejor dicho se guardaba. Recuerdo como de pequeño, mi madre guisaba en una cacerola, de hierro forjado, heredada de su madre pero que un buen día una caída la dañó gravemente. Pronto, llegaría una de esas ollas "milagrosas" de mil recetas que desterraría para siempre el puchero de siempre, el de mi abuela si cabe. Ya leí por ahí de un buen visionario que para estos tiempos aciagos qué mejor una sopera caliente para mejorar el bolsillo y la dieta mediterránea pero, por qué no decirlo, con el sabor que nuestras abuelas supieron darle con las cocinas de barro y leña.
3 retazos compartidos:
Ahí me has dado!! Qué cosa más rica un puchero!!
Uno de los mayores placeres del puchero de mediodía es todo lo que precede y sucede a su degustación. Es decir,llegar a casa con la barriga ladrando y notar ese olor mientras subes la escalera. Y, por otra parte, la pringaita final...
Gracias por compartir estos momentos culinarios con vosotros. Se me hace la boca agua nada más pensar eso que dices Víc (como los bolis)de la pringaita final. C O L O S A L
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