lunes, 18 de diciembre de 2006

Una rendición

Hace varios años ya, aún lo recuerdo. Un buen día, de esos de tareas en alborotos, desempolvando las estanterías que cobijan mis libros, cuadernos, mapas y figuras, hallé entre una hilera de discos uno que puse para oír y aliviar el trabajo. Pensé que sería algo de jazz -me gusta para hacer otras cosas- pero el sonido era diferente. Todo empezaba con unos violines tristes, compañeros, a su vez, de un clave que iba transformándose en unas voces apocalípiticas al son de sabios timbales.

"...DESECHANDO LAS ZOZOBRAS DEL ÁNIMO..."

Parecía el ritmo de una victoria hermosa o, más bien, de la llegada de una paz ansiada. La mía -la paz- llegó al caer rendido ante la silla más cercana, desechando las zozobras del ánimo.
Nunca pensé como una melodía, la de la banda sonora de la película La misión, fuese la detonante de una rendición desconocida. Entonces comprendí como se entregaban los viejos pueblos ante las cornetas de invasíon. Y es que el compositor, el genial Ennio Morricone, entró como heraldo y conquistador en mi habitación, con paso firme, muy firme.
De eso hace tiempo ya. Y hoy recibe los honores de un magnánimo, y se le entregará el galardón -Oscar a toda una carrera musical- por haber conquistado, a mí y a miles de personas, sin sangre ni crueles batallas. Hubo pasos firmes al estremecimiento ¡qué bella fue la rendición!

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Saludos, José Luis. ¡Y ánimo para el blog!