Dulces Navidades, dulces, dulces oiga. ¿Qué estación no es más que ésta? y es que, al llegar estas fechas, son muchas las familias que dedican el tiempo de ocio a visitar reposterías y conventos de Sevilla e incluso muchos se desplazan a pueblos, sobre todo, del aljarafe y de la campiña sevillana en busca de esos manjares navideños que son la delicia de cualquier cena navideña. Existe un cierto peregrinaje hacia el sabor perdido, el de antaño o más bien existía y es que, como ya sabemos, estos tiempos de crisis están mermando hasta incluso a nuestro bulbo olfatorio de tan dulces aromas. Si quieren, por lo menos no dejar en las más pura nostalgia esos olores, visiten estas Navidades si pueden Castilleja de la Cuesta para las famosas y crujientes tortas de aceite (Ines Rosales, como no) y los impresionantes bizcochos y Castilleja del Campo para roer los piñonates y los melosos pestiños. Después de una jornada relamiéndonos los dedos, los cinco si hace falta, toca otra parada más al sur en Morón de la Frontera y La Puebla del Río para degustar batatines, delicias, almendrados, roscas morunas, tortillas blancas y suspiros, en el primero, y quemaítos, cañitas y bizcotelas, en el segundo. Si no tenemos un evidente cólico siempre nos quedará algún espacio en el estómago para los mostachones de Utrera, los clásicos mantecados de Estepa y las intensas albarditas de Paradas. Y para regar estos postres qué mejor, y para estas fiestas, un anís de Cazalla de la Sierra. Y es que deberíamos seguir, querido lector, el refranero español para estos tiempos de vacas flacas: "A falta de pan buenas son tortas" o "Las penas con pan son menos" si no puedes disfrutar de las masas horneadas que ofrece Las Cabezas de San Juan y, la siempre admirada, Alcalá de Guadaira. Dulces fiestas.